15/12/08

¿EFICACIA PARA QUIÉN? CRÍTICA DE LOS MOVIMIENTOS DE LAS ESCUELAS Y DE LA MEJORA ESCOLAR

Los movimientos de eficacia escolar y de mejora de la escuela recorren enfoques y perspectivas distintas hacia un objetivo común: optimizar la calidad y la equidad educativas en el marco de los centros docentes.
El movimiento de mejora de la eficacia escolar pretende conocer cómo puede una escuela llevar a cabo procesos satisfactorios de cambio que incrementen el desarrollo de todos los alumnos mediante la optimización de los procesos de enseñanza y aprendizaje y de las estructuras organizativas del centro, y aplicar ese conocimiento a una mejora de la escuela. Es decir, ayudar a los centros docentes a cambiar para conseguir sus objetivos educativos de forma más eficaz.
Este movimiento integra aportaciones de eficacia escolar y mejora de la escuela. Uno de sus aspectos es dirigir la atención hacia el centro y los procesos de enseñanza y aprendizaje que ocurren en el aula. Y, así, se asocian el profesorado, el currículo o los procesos de aprendizaje y también variables asociadas a las condiciones internas de la escuela, como el clima y la cultura escolar o la capacidad del centro para aprender como organización, además del contexto externo al centro. Otro aspecto característico es la necesidad de relacionar los cambios que se producen en el centro con los resultados de los alumnos. La mejora de la eficacia escolar está orientada hacia los resultados finales de los alumnos, tomándola como criterio de éxito. Esta orientación tiene también como fin determinar y maximizar el valor de la acción educativa, y sigue además al conocimiento de que valorar los resultados permite comprender mejor cómo se relacionan los procesos escolares de cambio con la obtención final de los objetivos pretendidos en cada proyecto. El movimiento de mejora de la escuela defiende que el cambio debe plantearse en todos los niveles (alumno, aula, profesor y escuela en su conjunto) y mediante una estrategia múltiple.
El fracaso de las reformas por cambiar la educación y, con ello, transformar la sociedad, nos deja que los cambios en educación son eficaces si son asumidos por los docentes de forma individual y como colectivo en una escuela. Con ese planteamiento el cambio educativo se destaca la importancia de la escuela, del centro docente en su conjunto, como factor fundamental para la mejora de la educación.
Así, más que despreciar la importancia del aula y del conjunto del sistema educativo para la transformación de la educación, surge la idea de la escuela como unidad fundamental del cambio, unidad que contempla y recoge los otros niveles.
Este movimiento de mejora reúne a docentes, directivos e investigadores que buscan conocer cómo ha de cambiar un centro para ser de calidad, pero, sobre todo, buscan transformar los centros, mejorarlos. Es decir, su preocupación más que teórica, ha sido fundamentalmente práctica. Debemos tener en cuenta que la elección de los indicadores que medirán el producto va a determinar significativamente las conclusiones que se puedan hacer sobre la eficacia o ineficacia de una escuela. Las diferentes medidas de productos de aprendizaje no son igualmente sensibles a los diversos factores que afectan al estudiante, a la clase y a la escuela.
Las escuelas eficaces resaltan la necesidad de centrar su atención en el aprendizaje del estudiante, constituyendo un indicador de la calidad de los centros. El éxito se define no en valores absolutos sino como el valor añadido que los estudiantes logran a través de los procesos educativos. Precisamente una de las principales aportaciones se centra en la distribución equitativa de los principales productos de la escuela, evitado las diferencias entre poblaciones por razón de sexo, nivel socioeconómico, etc.
El movimiento de reforma considera la escuela como un todo y la principal unidad de cambio. Las escuelas más eficaces aparecen como las que están más relacionadas y unidas, tanto estructural como culturalmente. También, consideran a los padres y madres como parte de la comunidad educativa que debe participar en la vida del centro. Se producen mejores resultados cuando padres, madres, profesorado y directivos van en una misma dirección y se plantean objetivos comunes.
La escuela se considera una unidad de mejora. Cada centro utiliza los conceptos y elementos de los procesos de escuelas eficaces para desarrollar e implementar un plan de mejora. Para medir la eficacia se consideran los criterios de calidad relacionados con el alto nivel de rendimiento y la equidad.
Todos los estudiantes pueden aprender y, por tanto, se debe estructurar la escuela, la política y los procedimientos de tal forma que el profesorado se vea apoyado en su trabajo diario de enseñanza. Los procesos de escuelas eficaces no terminan con la puesta en marcha de la renovación escolar. Es un proceso continuo que implica sucesivos ajustes para contribuir a un objetivo de permanente mejora y con nuevos objetivos a alcanzar. Por ello, uno de los pilares básicos de estos procesos es la evaluación. No se pueden esperar resultados inmediatos deben ser evaluados en la duración del cambio para que muestren sus resultados, positivos o negativos.
Con todo ello, lo más importante que podemos recoger de este movimiento, de los miles de esfuerzos de cambio y de investigaciones realizadas, es que es posible cambiar la educación y que una de las estrategias más eficaces para conseguirlo es mediante la transformación de los centros. Una transformación que se ocupe de la organización y el currículo pero, sobre todo, que se centre en la cultura de la propia escuela. Los procesos de implementación de procesos de reforma representan uno de los principales avances en el desarrollo del movimiento de escuelas eficaces que experimentará un desarrollo en los próximos años, si tenemos en cuenta la situación en el momento actual.

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